¿QUÉ SON LAS EMOCIONES?

12.03.2024

Una emoción no es una simple recolección de pensamientos sobre situaciones, sino un repertorio de respuestas que no necesitan de la consciencia; son más bien autónomas, como salir de estampida al ver un predador. Una emoción hace lo suyo, queramos o no, y por eso es tan convincente. Ante un escenario, como ver al tigre en la jungla, el hipotálamo, que se encuentra en lo profundo del cerebro, maneja el sistema nervioso autónomo (SNA) y logra que nuestros músculos se preparen para la acción, aumenta el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, y vuelca hormonas del estrés en el torrente sanguíneo. ¿Te imaginas si tuvieras que decidir y coordinar todo esto de manera deliberada, racional y consciente? ¡Hace mucho que nuestros ancestros hubieran sido cena de otros animales!

En efecto, hay zonas del cerebro muy relevantes a la hora de procesar ciertas emociones primero se activa una zona, después otra, y así ́ a toda velocidad articulando lo que puede denominarse un mecanismo emocional. Pero no existe un único mecanismo emocional sino varios, y en todos podemos encontrar pasos que operan fuera de nuestra consciencia. Son tan rápidos que funcionan, en parte, antes de que nos demos cuenta que empezaron a hacerlo.

Las emociones, de todas maneras, no solo surgen por tener creencias e interpretar, en función de ellas, lo que nos sucede. Es decir, no solo son el resultado de procesos cognitivos, sino que también promueven procesos cognitivos. Las emociones despiertan creencias, les dan forma, las modifican o las arraigan. En esto se metió ́ de lleno el psicólogo holandés Nico Frijda.

Frijda afirma que las emociones están en el núcleo de cualquier creencia. Construimos nuestro modelo de la realidad influidos por lo que sentimos en cada caso.

No importa si nuestro modelo de la realidad es verdadero en absoluto. Es verdadero para nosotros y punto. Hasta que algo nos haga cambiar de parecer, nuestro modelo nos resultará natural y obvio, indiscutible, y tendremos la razón (aunque los demás no lo crean razonable). Pareciera ser, en todo caso, que la emoción por excelencia en el núcleo de cualquier creencia es la sensación de certidumbre.

Michael Shermer viene dedicando toda su carrera de historiador científico a explorar este asunto de las creencias. Shermer se define a sí mismo como un escéptico, alguien que no cree cualquier cosa que se le cruza en el camino sino que la pone a prueba, recurriendo al método científico. Así que podemos confiar en que su trabajo no es traído de la nada . Shermer explica que este «motor de creencias» que todos tenemos, y que nos sirve para poder hacer predecible el mundo, tiene un origen evolutivo: promueve la supervivencia. 

Nosotros somos los descendientes de los antepasados que fueron más exitosos al encontrar patrones. Y esto significa que aquellos hayan tendido a cometer muchos más errores falsos positivos que falsos negativos, porque en última instancia los falsos positivos son inofensivos. Los homínidos de antaño no tenían mucho tiempo, si estaban bajo acecho, para evaluar las opciones deliberadamente utilizando el razonamiento, así ́ que el "motor de creencias" se hizo espontáneo. La tendencia a encontrar patrones tanto donde los hay en serio como donde solo hay ruido, se transformó ́ en algo inherente al proceso mismo de formar creencias activado por nuestra necesidad de certidumbre, seguridad y control. Es preferible convencerte de cosas falsas, si eso te ayuda a incluir también la verdadera mecánica del mundo, que cometer errores que pagues con la vida. Por eso hay quienes conectan causalmente la lluvia con una danza, y muchos conectan la suerte con una pata de conejo, amuletos y rituales sacian nuestra avidez por la seguridad, nos consuelan.

La mayor parte de la comunicación entre neuronas se efectúa con un par de neurotransmisores: el glutamato, que inhibe los impulsos neuronales, y el GABA, que excita a las neuronas. Pero la verdad es que hay muchos más de estos pequeñísimos mensajeros químicos. ¿Qué es lo que hacen? Tienden a activar o a inhibir circuitos enteros de neuronas involucradas en funciones cerebrales concretas. Por ejemplo, la acetilcolina específicamente activa la corteza cerebral y facilita el aprendizaje. La noradrenalina, por su parte, aumenta el nivel de alerta y refuerza la agilidad cuando hay que salir corriendo o tener buenos reflejos.

Si contamos con recursos cerebrales que detectan una expresión facial de alerta sin que debamos reflexionar sobre ella, ¿podrá ser que también tengamos recursos que nos lleven a hacer semejante expresión sin siquiera pensarlo, sin intentarlo voluntariamente? Sí, en efecto, así es. Y no solo se limita a la cara de miedo, sino que incluye cualquier expresión, como la de alegría o la de tristeza. Parte de la comunicación emocional tiene un aspecto espontáneo, tanto en su recepción como en su emisión, que no requiere nuestra intervención planificada ni deliberada. Ni tampoco que seamos conscientes de que lo estamos haciendo. 


La cara es una fuente de información riquísima acerca de las emociones, lo sabemos desde tiempos inmemoriales. Pero fue recién en 1872 que el famoso Charles Darwin publicó un libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales. Darwin era el naturalista inglés que fundamentó la teoría de la evolución gracias a sus viajes por varios rincones del planeta, Darwin fue uno de los primeros en afirmar formalmente que alrededor de todo el mundo, sin importar la cultura ni la tribu ni nada, la gente manifiesta en sus caras el mismo repertorio de gestos para las emociones más comunes de alegría, ira, asco, temor, sorpresa y tristeza.

Esta afirmación no es para nada menor, teniendo en cuenta de quien viene. Significa que la expresión de las emociones no es algo adquirido culturalmente sino algo propio de nuestra especie (así como permanecer erguidos en dos pies o manejar herramientas son cosas propias de nuestra especie). La expresión de las emociones es algo que exige poner en marcha una serie de recursos que tenemos todos en común dentro, para que las expresiones resulten uniformes y semejantes.

De cualquier manera, la idea quedó hibernando como un oso a su alrededor proliferó un invierno de psicólogos que sostenían que usamos nuestra cara condicionados por la cultura, debido a una serie de convenciones sociales aprendidas. La nieve duró hasta la década de 1960, cuando se hizo la primavera gracias al psicólogo norteamericano Paul Ekman. El no pudo hacer caso omiso a su intuición: tenía que haber una serie de reglas comunes para nuestras expresiones faciales; podemos encontrar las emociones comunes descritas músculo por músculo en un documento de quinientas páginas que Ekman y Friesen llamaron FACS (por sus siglas en inglés, Sistema de Codificación de las Acciones Faciales). Esta taxonomía resultó mundialmente tan útil que llegó a emplearse para emocionar a esos personajes animados de la pantalla grande: juguetes que hablan, ogros verdes y gatos con botas.

Nuestro sistema expresivo involuntario vendría a ser la forma en que la evolución nos equipó para dejar traslucir nuestros verdaderos sentimientos. Cosa que puede apreciarse fácilmente en los niños, quienes aún no aprendieron a inhibir lo que les sucede por dentro. De adultos ya estamos socialmente entrenados para no exhibir mucho nuestras emociones. De cualquier manera, Paul Ekman consigue identificar en una persona lo que él denomina micro expresiones, es decir, gestos muy fugaces que para el ojo no adiestrado pueden resultar imperceptibles y solo pueden reconocerse en un video pasado a cámara lenta. Estas micro expresiones son totalmente involuntarias, por más "cara-de-póker" que la persona quiera mantener. Advertirlas permite saber qué sienten verdaderamente algunos pacientes en terapia al abordar ciertos temas o, incluso, permite detectar mentiras de acusados declarando en la corte. En nuestra vida cotidiana, ser testigos aún sin darnos cuenta de micro expresiones en los demás podría causarnos sensaciones intuitivas, como "no-me-inspira-confianza" o "me genera una especie de ternura... no sé porqué".

La emoción como bucle

Con mucha intuición, William James fue promotor de otra de esas buenas ideas que duermen aletargadas, hasta que se reflotan casi cien años después. W. James, considerado el padre de la psicología moderna norteamericana, sostenía que los cambios en el cuerpo son fundamentales para que una emoción pueda sentirse. La rabia no puede suceder si mantenemos la cara plácida, los músculos relajados y la respiración calmada. La rabia se siente a la vez que experimentamos un impulso para actuar con vigor, que el rostro se nos enrojece, apretamos los dientes y hasta se dilatan nuestros orificios nasales. Efectivamente, metemos el cuerpo en la emoción. El SNA ordena cambios fisiológicos. La idea de W. James, sin embargo, era más completa: para que empiece la emoción tiene que haber un camino de ida al cuerpo, obvio, pero para sentir la emoción tiene que haber un camino de vuelta al cerebro que le informe qué está pasando en ese cuerpo.

Hay zonas del cerebro que actúan como sensores del estado del cuerpo en todo momento, dándonos una percepción interna sumamente necesaria. Por ejemplo, cuando cae tu nivel de glucosa en sangre, el hipotálamo recibe esta información y hace que sientas hambre, para poder recuperar el combustible muscular faltante. Damasio está aportando pruebas de que existen otras estructuras cerebrales que registran los cambios emocionales del cuerpo, y así́ permiten que las emociones se sientan. Damasio, en realidad, denomina sentimientos a las emociones que conseguimos sentir. En este sentido, nunca mejor dicho, los sentimientos son percepciones internas de los cambios corporales (y de los cambios en el resto del cerebro) que suceden durante una emoción.

Parece que una de las estructuras más importantes a la hora de escuchar el feedback del cuerpo es la ínsula, que está ubicada en la corteza exterior, escondida en uno de sus pliegues. La ínsula es particularmente rica en conexiones que la vinculan con muchas otras áreas cerebrales, por eso es capaz de reconocer la configuración de los músculos de nuestro rostro e instantáneamente avisarle a las otras áreas para sincronizar la emoción correspondiente e incluso hacérnosla sentir.

¿Cómo y cuándo se generan las emociones?

Las emociones son el resultado de una compleja interacción entre estímulos externos e internos, evaluaciones cognitivas, respuestas fisiológicas, experiencias subjetivas y expresiones emocionales. Este proceso es fundamental para nuestra comprensión y manejo de nuestras propias emociones, así como para nuestras interacciones sociales y nuestro bienestar emocional en general.

  1. Estímulos externos e internos: Las emociones pueden ser desencadenadas por estímulos externos, como eventos, situaciones o interacciones sociales, así como por estímulos internos, como pensamientos, recuerdos o sensaciones físicas.
  2. Evaluación cognitiva: Cuando nos encontramos con un estímulo, nuestro cerebro realiza una evaluación cognitiva rápida y automática para determinar si es percibido como amenazante, placentero o neutro. Esta evaluación está influenciada por nuestras experiencias pasadas, creencias, valores y expectativas.
  3. Activación fisiológica: Una vez que se ha realizado la evaluación cognitiva, el cerebro activa una respuesta fisiológica que prepara al cuerpo para responder a la situación. Esto puede incluir cambios en el ritmo cardíaco, la respiración, la tensión muscular y la liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol.
  4. Experiencia subjetiva: Las emociones también están acompañadas de una experiencia subjetiva, que incluye sentimientos específicos como alegría, tristeza, miedo, ira, entre otros. Esta experiencia subjetiva es única para cada individuo y puede variar en intensidad y duración.
  5. Expresión emocional: Finalmente, las emociones suelen expresarse a través de expresiones faciales, gestos, posturas corporales, tono de voz y comportamientos específicos. La expresión emocional no solo comunica nuestros estados internos a los demás, sino que también puede influir en la forma en que percibimos y experimentamos nuestras propias emociones y estas funcionan a su vez como un bucle.