Emociones positivas vs emociones tóxicas

29.03.2024

¿Qué son las emociones positivas?

Comencemos por definir qué son las emociones positivas. Son aquellas sensaciones agradables que experimentamos en respuesta a diferentes situaciones, pensamientos o estímulos. Estas emociones incluyen la felicidad, el amor, la gratitud, la esperanza, la satisfacción y la alegría, entre otras. Las emociones positivas no solo nos hacen sentir bien, sino que también tienen un impacto significativo en nuestro bienestar general y en nuestra salud mental. Cuando experimentamos emociones positivas, nuestro cuerpo libera neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que están asociados con la sensación de felicidad y bienestar.

El efecto de estas emociones se extiende más allá de simplemente sentirnos bien. Estudios han demostrado que las emociones positivas pueden fortalecer nuestro sistema inmunológico, reducir el estrés, mejorar la función cognitiva y promover relaciones interpersonales más saludables. Además, las personas que cultivan emociones positivas tienden a tener una mayor resiliencia frente a los desafíos y experiencias adversas de la vida.

Dentro de la salud mental las emociones positivas tienen un impacto significativo en nuestra vida, estudios han demostrado que las personas que experimentan emociones positivas con regularidad, tienden a tener una mejor salud mental en general, con menores tasas de depresión, ansiedad y estrés; también están asociadas con cambios en la actividad cerebral. Por ejemplo, la activación de regiones cerebrales relacionadas con el placer y la recompensa, como el sistema de recompensa mesolímbico, está vinculada a emociones positivas como la felicidad y la satisfacción.

Se ha encontrado que las emociones positivas tienen un efecto beneficioso en el sistema inmunológico. La liberación de neurotransmisores asociados con estas emociones, como la dopamina y la serotonina, puede fortalecer la respuesta inmunitaria del cuerpo, lo que resulta en una mayor capacidad para combatir enfermedades y una recuperación más rápida, también pueden tener un impacto en la salud cardiovascular. Se ha demostrado

que experimentar emociones positivas de manera regular está asociado con una reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares, como enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares, además sugiere que las personas que experimentan emociones positivas con frecuencia tienden a vivir más tiempo y tener una mejor calidad de vida en la vejez, esto puede deberse a los efectos beneficiosos que estas emociones tienen en la salud física y mental a lo largo del tiempo.

Cuando experimentamos emociones positivas, nuestro organismo produce una variedad de sustancias químicas que están asociadas con sensaciones de bienestar, placer y felicidad. Algunos de los principales neurotransmisores y hormonas involucrados incluyen:

  • Dopamina: La dopamina es un neurotransmisor que desempeña un papel clave en el sistema de recompensa del cerebro. Se libera cuando experimentamos placer y recompensa, lo que puede ocurrir durante momentos de felicidad, alegría o satisfacción. La dopamina está asociada con la motivación, el aprendizaje y la regulación del estado de ánimo.

  • Serotonina: La serotonina es otro neurotransmisor que desempeña un papel importante en la regulación del estado de ánimo y la felicidad. Niveles adecuados de serotonina están asociados con una sensación general de bienestar y tranquilidad. Experimentar emociones positivas puede aumentar la liberación de serotonina en el cerebro, contribuyendo a una sensación de felicidad y satisfacción.

  • Oxitocina: La oxitocina, también conocida como la "hormona del amor" o "hormona del apego", es liberada en el cerebro en respuesta a estímulos sociales positivos, como el contacto físico, la intimidad y el afecto. La oxitocina está asociada con la formación de vínculos sociales, la confianza y la reducción del estrés. Experimentar emociones positivas, especialmente en el contexto de relaciones interpersonales satisfactorias, puede aumentar la liberación de oxitocina.

  • Endorfinas: Las endorfinas son neurotransmisores que actúan como analgésicos naturales y se liberan en respuesta a experiencias placenteras o dolorosas. Las endorfinas están asociadas con la reducción del dolor y la sensación de euforia o bienestar. La práctica de actividades placenteras, como el ejercicio físico o la risa, puede aumentar la liberación de endorfinas en el organismo.

Estos son solo algunos ejemplos de los químicos que se producen en nuestro organismo cuando experimentamos emociones positivas. La interacción compleja entre estos neurotransmisores y hormonas contribuye a los efectos beneficiosos que las emociones positivas tienen en nuestra salud y bienestar general. 

Emociones tóxicas

Son aquellas que, cuando son experimentadas de manera prolongada o intensa, pueden afectar negativamente nuestro bienestar emocional, mental y físico, así como nuestras relaciones y calidad de vida en general.

Una emoción tóxica es aquella que se experimenta de manera abrumadora, persistente o desequilibrada, y que puede causar daño a nivel emocional y físico. Estas emociones pueden surgir como respuesta a experiencias pasadas, creencias limitantes, patrones de pensamiento disfuncionales o situaciones estresantes.

Las emociones no pueden ser controladas desde fuera, sino que deben serlo desde dentro de nuestra vida. Por eso, debemos cuidarnos para mantenerlas bajo control y que no pasen a ser tóxicas.

Se hará mención de algunas emociones dañinas que nos llevan al sufrimiento y a la ruina física y espiritual.

La ansiedad:

Es la emoción que aparece cuando sientes que se acerca una amenaza, cuando visualizas el futuro de manera negativa y, en consecuencia, intentas prepararte para hacerle frente. La ansiedad se apoderará primero de nuestra mente y luego de nuestro cuerpo. La ansiedad como reacción normal nos permite afrontar una presión externa y se presenta acompañada de aquellos temores que todos tenemos y que nos preservan ante una amenaza o peligro. Por ejemplo, si se acerca el examen, la ansiedad nos puede poner en alerta para prepararnos mejor (y estudiar).

Ahora, ¿qué nos sucede cuando pasamos de vivir un momento de ansiedad a vivir ansiosos? Alguien excesivamente ansioso ve cada situación nueva, cada cambio, cada desafío que le toca vivir, como una tortura y experimenta un gran sufrimiento interior.

La angustia:

Es una emoción tóxica que nos produce malestar, nos incomoda, nos deprime, nos hunde y nos obliga a permanecer en el lugar del lamento, de la queja, del dolor, de la tristeza y de la desazón. Cuanto más tiempo pasemos en este estado, más tóxica se volverá esta emoción.

¿No te ha ocurrido que cuando estas angustiado lo ves todo negro y, de golpe, tienes la impresión de haberte convertido en una persona pesimista?

Sucede que la angustia actúa como un aislante que no te permite ver ni sentir ni experimentar la oportunidad que hay detrás de cada momento doloroso. Porque tal como sientas es como interpretarás la realidad.

En la angustia resuenan las voces de la agonía, la ausencia de salida, el temor, el apremio y la aflicción. En los momentos en que estamos angustiados, cualquier situación adversa, cualquier detalle, hasta un mínimo malestar físico, es suficiente para que nuestra angustia cobre mayor dimensión de la que en verdad tiene.

El enojo tóxico: 

Enfadarse es algo normal y universal. Según el modo en que se utilice, el enojo puede ser una emoción generadora de energías o una emoción tóxica.

¿Cuándo nos enfadamos? Cuando no se cumplen nuestras expectativas: básicamente, cuando esperamos una cosa y recibimos otra.

El enojo es una fuerza emocional que, cuando se canaliza de manera ganadora, nos hace seguir adelante superando obstáculos, y bien puede ser parte de la resiliencia. Todo dependerá de qué hagamos con esa emoción, de la manera en que la exteriorizaremos. Esa actitud será la que determine si ese enojo va a ser positivo o no.

Lo peor que podemos hacer con el enojo tóxico es ponerlo bajo nuestro control, porque no le gusta ser dominado. Sin embargo, nosotros, que conocemos las consecuencias, debemos ponerle un límite. Por eso, tenemos que elegir las reacciones que tendremos antes que el enojo lo haga por nosotros.

Primero: elegir nuestro estilo

La cuestión es qué hacemos con el enojo. Dentro de las opciones existentes, podemos hacer cuatro cosas:

  1. Optar por el estilo pasivo: Se trata de aquel de quien guarda el enojo y no se da cuenta de que lo está reprimiendo. Muchas personas suelen encapsular el enojo en su cuerpo y luego generan graves enfermedades. Estas personas suelen tener el síndrome del mosquito muerto. No registraron que estaban enfadados. La gran mayoría de la gente con depresión padece este síndrome. 
  2. Reaccionar de modo pasivo-agresivo: En este caso, la persona reprimirá su ira para luego expresarla afiladamente o con tono sarcástico. Cuando se contiene el enojo, comienzan a producirse una serie de reacciones altamente tóxicas. Aquí́ aparece el síndrome de la bomba de tiempo, es decir, el que guarda la ira y es consciente de ello. O el síndrome del veneno gota a gota, es decir, el que traga la ira y la saca poco a poco. En cuanto tiene ocasión, suelta indirectas o «pataditas» como forma de expresar su disconformidad.

  3. Tomar el camino del explosivo: Frente a cualquier frustración, la persona romperá, pegará y herirá hasta desahogarse. Su nivel de tolerancia es muy bajo y no puede aceptar un «no» como respuesta a sus requerimientos. Se trata de una personalidad rígida.

  4. Escoger el estilo ganador: Es el tipo de persona que sabe expresar verbalmente el enojo y lo utiliza como una fuerza de superación. El problema no está en enfadarse, sino en guardar o reprimir el enojo. El estilo ganador es el que sabe decir lo que siente en tiempo y forma. Lo hace con tiempo, es decir que se da el tiempo para entender lo que le sucede y por qué se siente de esa manera. Luego busca la manera de expresarlo a la persona correcta de un modo que no sea agresivo.

Envidia: 

La envidia es una emoción que intoxica nuestras relaciones interpersonales, nuestra forma de conectar con quienes nos rodean. Sufrimos nosotros y quienes nos rodean. El envidioso tiene una gran dificultad para celebrar los éxitos de los demás, ya que realiza una comparación inmediata en la que siempre sale perdiendo.

Envidiar es querer lo que tiene otra persona, es sentir dolor y rabia porque el otro ha logrado lo que tú aún no has alcanzado. La envidia es algo tan destructivo que una persona se puede morir de envidia y nadie se da cuenta porque la procesión va por dentro.

Miedo tóxico: 

Todos hemos experimentado miedo y es normal. Es una buena señal, positiva, de protección. Sin embargo, cuando este sentimiento se dirige a un objeto sin fundamento para que nos produzca miedo, entonces se transforma en irracional, persistente, te inmoviliza. En ese momento comienza a ser tóxico y es preciso controlarlo, porque el miedo que no se supera puede durar toda la vida.

El miedo funciona como un círculo, dando vueltas en sí mismo. Decimos que se trata de un círculo porque el miedo se alimenta de sí mismo.

Vergüenza tóxica:

En algún momento, a lo largo de la vida, hemos sentido vergüenza o atravesado alguna situación en la cual nos han avergonzado. Seguramente, estás recordando algún momento vivido. Pero, tranquilidad, todos hemos pasado o pasaremos por algunas de estas situaciones. Cuando una persona es objeto de burla, empieza a sentir vergüenza tóxica, ya que comienza a creer que es deficiente y que algo malo hay en su ser.

Frustración tóxica:

La frustración es un sentimiento de fracaso y decepción que aparece ante un deseo no cumplido o una necesidad no satisfecha. ¿En algún momento de tu vida has sufrido alguna frustración? Tal vez querías alcanzar algo, ya sea en el área económica, familiar o afectiva, y, como no lo lograste, la consecuencia fue que te sentiste frustrado. ¡Qué tremenda y desagradable sensación! Es como si todo se nos fuera abajo y como si lo que hemos luchado durante tanto tiempo no tuviera los resultados esperados. La frustración puede convertirnos en personas resentidas y, en un determinado momento, podemos llegar hasta a odiarnos y agredirnos a nosotros mismos. Entonces decimos cosas como: «¡Qué estúpido fui!, ¿por qué́ me pasa esto a mí?